Los moriscos (I)
El siglo XVI: Los conflictos con los moriscos
La posición geográfica de las regiones de Alicante y Valencia, y de todo el sureste español, ha sido históricamente un lugar en el que han habitado multitud de culturas diferentes. Las huellas del pasado están presentes en cada rincón y, sobre cada civilización o grupo humano que ha habitado la zona, el siguiente grupo humano ha aprovechado lo existente y ha añadido su propia cultura. El resultado es una herencia acumulada de tradiciones, historia, costumbres y patrimonio aún visible.
La población y sus movimientos no escapan a esta corriente y, evidentemente, existen conflictos en la convivencia entre las culturas cristiana y musulmana, especialmente en el siglo XVI, que desembocarán en la expulsión de los moriscos en 1609.
Desde las Germanías los musulmanes habían sido el colectivo más perseguido. Fueron obligados al bautismo y a su conversión forzosa al cristianismo. Desde entonces, serían conocidos como cristianos nuevos o moriscos. Para favorecer su cristianización se crearon parroquias nuevas, en algunos casos a partir de antiguas mezquitas, y se les evangelizó de muchos modos. Uno de ellos fue la predicación. Se insistía en centralizar la fe en la figura humana de Jesús más que en la divina, puesto que estaba más cerca de la visión que tenían los musulmanes. No obstante, la conversión en muchos casos no fue real, de modo que de puertas hacia afuera los conversos aparentaban ser cristianos y en la intimidad seguían con sus cultos islámicos.
La conversión de los moriscos. Felipe Vigarny
Durante el siglo la presencia de piratas árabes obligó a reforzar las costas con torres de vigilancia, aunque no se pudieron evitar desembarcos como los de 1529 en Oliva, 1532 en Piles, 1556 en Dénia o que el mismo pirata Barbarroja embarcara a dos mil moriscos. Fue una constante el temor a que una invasión de estos piratas fuera apoyada por los mismos moriscos y las consecuencias de estas acciones y sospechas están en los hechos de principios del siglo siguiente. Este recelo y desconfianza se acentuó con revueltas como la de Las Alpujarras, en Granada, entre 1568 y 1571. La elevada cantidad de gente de origen musulmán existentes en la zona se levantó en contra la promulgación de la Pragmática de 1567, por la que debían abandonar su cultura de origen musulmán, practicada en la intimidad. Muchos de ellos huyeron de las represiones y se instalaron en tierras valencianas. Todos estos hechos abrieron la posibilidad a su deportación masiva, que se materializó en los inicios del siglo siguiente.
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