I queixalets també

Una historia contada de generación en generación

La rondalla: los cuentos de los valencianos

    Antiguamente, cuando la televisión, la radio e internet eran ciencia ficción en las mentes más avanzadas,  los niños se distraían, entre otras opciones, mediante los cuentos. Algunos tenían también una función moralizante, otros servían para enseñar y todos ellos para entretener. Así desde época grecoromana, puesto que algunos han llegado a nuestros días, como las fábulas de Esopo.


Fuente del lavadero de Penáguila

    En el caso de los niños valencianos, además de cuentos populares, esos cuentos y fábulas recibían el nombre de rondalla. Se trata de narraciones en prosa y de origen anónimo, transmitidas de forma oral, que cuenta hechos imaginarios. Los personajes, el argumento y el espacio en el que tienen lugar están también presentes. Hablar de rondalla es hablar de Enric Valor, escritor i lingüista que recopiló las historias para luego publicarlas.

    La rondalla comienza con una frase: Hi havia una vegada o también Vet aquí en aquell temps. Así empezaba una de las más famosas y que se prestaba a hacer volar la imaginación: I queixalets també

    Cuenta que en Penáguila vivía una joven llamada Toneta que hizo caso omiso a las advertencias de su madre y fue en una fría noche de invierno a lavar ropa al lavadero del puebo. Por el camino tuvo un encuentro con... Casi mejor pinchar aquí para saber qué sucedió.



    ¿Qué relación hay entre las rondallas y los emigrantes valencianos a Argelia? Sencillo. Cada vez que un emigrante llegaba a Orán, Argel o Constantina se llevaba con él también su idioma, sus vivencias y sus tradiciones. Por tanto, una vez ya asentados allí, los descendientes oirían estas historias tradicionales valencianas, transmitidas de generación en generación, y que de alguna manera trascendieron su lugar geográfico natural para distraer, enseñar o entretener a lso niños valencianos de Argelia.

    Cada vez que se oía una de estas rondallas y llegaba a su fin, el orador, que había dramatizado de alguna manera a los personajes para captar mejor a atención de los más pequeños, pronunciaba la frase que ninguno quería oir: conte contat, conte acabat.




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