Métodos de evangelización de los moriscos valencianos
Durante la Edad Media, cristianos, musulmanes y judíos componían la sociedad.
La Iglesia, amparada por el poder político de los reyes, realizaba un esfuerzo evangelizador dirigido tanto a los cristianos viejos como a los conversos.
A medida que el poder
político de los musulmanes disminuía, cristianizar suponía afirmar el domino
cultural y social. El papel de las órdenes religiosas, consideradas por la
sociedad en gran estima por sus cualidades y virtudes, resultó fundamental para
fortalecer la fe y evitar el contagio ideológico de paganos.
Durante esta época se
consideraba más importante la divinidad que la humanidad de Jesús. Con San
Francisco de Asís se empieza a profundizar en aspectos como su nacimiento, su
vida humana y su sufrimiento en el calvario. Vivir el cristianismo era vivir la
humanidad de Jesús e identificarse con su dolor mediante la penitencia pública
y la flagelación. Los siglos XIV y XV siguieron la misma senda, ya que las guerras y
epidemias eran un buen motivo para que el pueblo buscara una mitigación de su
padecer en el ejemplo de Jesús. Si en el siglo XIV la imagen de Cristo
escarnecido y en la cruz era motivo de consuelo, en el siglo siguiente la misma
imagen era contemplada como el modelo a imitar y con la que identificarse.
De este modo, resultó
fundamental la presencia de las órdenes religiosas como los franciscanos y los
dominicos. Como predicadores accedían fácilmente a las capas más bajas y
necesitadas de la sociedad y es así como impulsaron devociones: los franciscanos
las relacionadas con la Pasión de y los dominicos a la Sangre de Cristo.
San Vicente Ferrer, fraile dominico más importante de su tiempo en sus predicaciones
por Valencia, Castilla, Aragón, Cataluña y algunos países europeos, utilizaba
un lenguaje lleno de ejemplos cotidianos que facilitaban la comprensión.
Pretendía así que los espectadores imitaran a Jesús y su dolor mediante la
penitencia: por la flagelación se perdonaban sus pecados. Por este motivo le
acompañaban un grupo de disciplinantes que se flagelaban y que llevaban una
imagen de Jesús en la cruz.
Los moriscos formaban un
grupo social muy importante en los pueblos valencianos llegando a ser
mayoritarios en algunos lugares. De hecho, en 1410 San Vicente Ferrer utilizó creó
un colegio de Niños Huérfanos en el que tuvieron cabida los niños moriscos,
abandonados a la caridad de los cristianos. Pero, por otro lado, los moriscos
suponían un peligro para la seguridad de los cristianos. Había temor a que
sirvieran de puente para facilitar la llegada de musulmanes del norte de África
siempre que había alguna revuelta. Detrás de todos estos conflictos estaba la
cuestión religiosa. Pasaron de la tolerancia de los Reyes Católicos a una
conversión voluntaria para acabar en una conversión forzosa en 1502. Pese a
ello simularon su conversión ya que seguían en el islam, motivo por el que se
endurecieron las medidas para integrarlos en las comunidades cristianas hasta
desembocar en la expulsión.
En 1569 San Juan de Ribera se hizo cargo de la
diócesis de Valencia y desde el primer momento se dedicó a la catequización de
moriscos mediante la creación de nuevas parroquias a las que en muchas
ocasiones iba a predicar y que eran mantenidas económicamente por él mismo. Además,
Ribera difundió la devoción a la Sangre de Cristo como método de
evangelización. Para los musulmanes, la salvación es individual, basada en
la responsabilidad personal. Por ello, no aceptaban la redención universal ni
la mediación de Jesucristo crucificado. En consecuencia, la Cruz no tenía
sentido para ellos. La predicación a los moriscos se debía centrar
principalmente en la figura de Cristo, Dios que se hizo hombre, y que se
entregaba por toda la humanidad hasta la muerte, obteniendo para ella la
salvación. Así, la
evangelización se realizó con donaciones de imágenes del Ecce Homo, como sucede
en Oliva o en Alcalalí, o mediante la creación de cofradías de la Sangre y su
vinculación con imágenes del Ecce Homo.
El caso de Gandia ejemplifica lo expuesto. Los esfuerzos
evangelizadores no dieron resultado, por lo que existía recelo, unido al miedo
a los moriscos y corsarios musulmanes que desembarcaron en Oliva (1529) y
saquearon Piles (1532), junto con los 2000 moriscos embarcados por Barbarroja en Cullera. Se decretaron medidas de cautela, como introducir a las mujeres y
los niños de los moriscos dentro de las murallas de la ciudad para obligarlos a
no provocar altercados o evitar su complicidad ante hipotéticos ataques
musulmanes por el mar.
Cuando
el duque Francisco de Borja, el futuro santo, regresa a Gandia tras su paso
como virrey de Cataluña, pretende dotar a su ciudad natal con obras de
prestigio, como una universidad bajo la tutela de los jesuitas. Así, en 1545, Ignacio de Loyola insta a Francisco de Borja a una diversidad
del alumnado: “Convendrá que dé cabida a
toda clase de aspirantes, porque no tienen menos necesidad los jóvenes de pura
sangre españoles, que los retoños bautizados de Israel o del Islam”. La educación
tenía una doble función: evangelizar a los moriscos y preparar a religiosos
conocedores de la lengua árabe para evangelizar. Sin embargo, además aunque
existía en la iglesia de la universidad una imagen del Ecce Homo sacada en
procesiones rogativas con disciplinantes, hubo problemas en la evangelización. El
primero tenía que ver con los padres de los moriscos, que “no querían dar los hijos, ni los hijos
venir para ser doctrinados en letras y cristiandad”, y el segundo era que los
mismos niños moriscos trataban de islamizar a sus compañeros.
Al final, la solución a la cuestión
morisca se resolvió con la expulsión de 1609.
Suena un poco a otras "soluciones finales" avanzados los siglos. Las supremacías religiosas siempre causaron dolor y atraso a sus coetáneos.
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