Los juegos de los niños

Cómo se divertían los más pequeños en Argelia

El entretenimiento de los pueblos se repitió en el destino

Emigraron los padres, pero también los hijos   

    Tal vez, cuando se habla de emigrar, cualquiera piensa en un primer momento en adultos en busca de un futuro mejor. Las razones económicas, políticas, sociales o culturales suelen estar detrás de esas decisiones. Son, en ese sentido, motivos de "adultos", por llamarlos de algún modo. Sin embargo, junto con muchos de ellos, también viajaron niños hacia Argelia.

    

Sambori

    Si los mayores llevaban en sus mochilas las vivencias de lo que habían conocido, los más pequeños también habían llenado sus propias mochilas con otro tipo de experiencias, aquellas accesibles a su conocimiento y al mundo que hasta entonces habían conocido. En su equipaje, además de la ropa, había un lugar especial para los juegos transmitidos de generación en generación, de los que ellos eran en ese momento los herederos de momentos de ocio con orígenes que se pierden en el tiempo. Ellos mismos serían el puente hacia la siguiente generación, aunque tal vez a su edad no eran conscientes de ello.

    Así pues, la emigración de las familias desde Alicante y Valencia tenía una consecuencia en los más pequeños y en lo que más les preocupaba: el ocio. Bendita infnacia. La televisión aún era una utopía, y no digamos nada de las nuevas tecnologías. Los niños emigrantes de finales del siglo XIX y del XX debían entretenerse de otra forma: los juegos tradicionales valencianos, aquellos a lso que sus padres y abuelos habían jugado.

El ambiente de Argel, en concreto de Bab-el-Oued, era casi familiar. En muchos aspectos recordaba a la vida que realizaban los emigrantes en sus pueblos. Se trataba de una vida en la calle, con todo lo que ello conlleva: trato diario entre los vecinos, familiaridad y, cómo no, una distracción para los niños. Éstos repetían en sus calles los juegosde los pueblos de origen y, además, usaban la imaginación para inventar nuevas diversiones a partir de cualquier objeto. Uno de ellos consistía en vaciar una sandía para realizar un farolillo, semejante a la calabaza de Hallowen, y que derivó en un juego burlesco para asustar a la gente en calles oscuras. Otro de los juegos que tenían lugar en el mismo barrio era fer harca, como se conocía en tierras valencianas, o lourria, término de principios del siglo XX, y p'tite guerre, denominación usada ya en la década de 1930. Se trataba de combates a pedradas por las calles o explanadas del mismo barrio. La batalla podía durar varios días puesto que en los días posteriores a la ofensiva se solía atacar a aquel participante que pasaba por territorio enemigo. 


El juego del pic i pala

Otro juego más pacífico era el canette, o pic i pala como se le llamaba en los pueblos valencianos. Consistía en levantar y golpear un bastón pequeño situado en el suelo con otro bastón más grande para que el rival lo cogiera. También era común ver jugar a los niños a la peonza, toupie, y a las canicas, billes. Por su parte, las niñas jugaban al sambori, también llamado la marelle. En el suelo se pintaban unas casillas, se numeraban por dentro y se situaba el final, le ciel. Se lanzaba una piedra y había que saltar con una pierna hasta el final y luego regresar, evitando la casilla de la piedra y recogiéndola en el camino de regreso.

Seguramente, algunos de los lectores de este texto hayan jugado a algunos de estos juegos, como es mi caso. Actualmente muchos se han perdido y olvidado, aunque desde algunos centrs educativos, colectivos sociales o simplemente gracias a la memoria colectiva se están recuperando de algún modo.

Esta historia, y muchas más, están disponibles en Emigrar a Argelia, los pied noir valencianos


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