Cuando los españoles huían
Agosto de 2021. El gobierno de Afganistán colapsa. Llegan los talibanes a Kabul y se inicia una nueva era. La población afgana sabe qué le viene a partir de ese momento y no deja de repetirlo a los medios de comunicación internacionales: una dictadura talibán, una disminución de los derechos y libertades de las mujeres y una represión hacia los afganos que colaboraron con los occidentales o que simplemente no aceptan el nuevo orden político. Algunos, por los motivos que sean, se quedarán el el país, otros intentarán huir como sea.
La imagen del avión norteamericano C-17 Globemaster con la bodega de carga repleta de persona es ya una foto histórica. La aeronave puede transportar 134 pasajeros, incluidos 54 en asientos laterales y 80 en paletas en el piso. Sin embargo, decenas de afganos, entre ellos mujeres y niños, que estaban en la pista junto al avión lograron entrar en la nave a través de la rampa, que estaba medio abierta. Así, hasta sumar una cantidad de 640. Aprovecharon una rampa semiabierta y la tripulación, en vez de obligar a que deslojaran el avión, accedió a llevarlos lejos de su casa. Pensaban que iban a bordo unos 800 personas. Se comenta que algunos cargueros han transportado a un número mayor de afganos. La Historia, de algún modo, se repite.
Marzo de 1939. El gobierno de la república española agonizaba. Se olía el final de la guerra y se temía una posible represión por parte del bando vencedor. El avance del ejército franquista desde el oeste empujaba a los republicanos hacia la costa mediterránea, que había estado durante la guerra de lado del bando republicano y comerciando con las potencias democráticas, como Francia y Gran Bretaña, que a finales de febrero ya reconocieron diplomáticamente al gobierno de Franco. La salida natural de los refugiados era, por tanto, por el mar hasta llegar a Argelia.
Por la zona republicana corrió el rumor de que por Alicante era el lugar por el que huir y a donde todos acudieron hasta reunirse unas 15.000 personas. El puerto se convirtió en una ratonera, con una gran multitud de gente, insuficiente para los barcos que se necesitaban. De allí partieron una serie de barcos durante el mes de marzo.
El Stanbrook, un mercante inglés de cabotaje construido en 1909 en Newcastle, de 1.383 toneladas, 70 metros de eslora y 10 de manga, destinado al transporte del carbón que durante la guerra civil trabajó para la República española bajo banderas neutrales por cuestiones de seguridad. Este barco fue el último en partir antes de la llegada de las tropas de Franco a la ciudad y, además, de todos los barcos que estaban en la zona, fue el único que se atrevió a saltarse el bloqueo marítimo.
Su capitán, el galés Archibald Dickson, admitió en el barco toda la gente que se pudiera, sin tener en cuenta la ideología, llegándose a contabilizar 2.638 personas (2.240 hombres y 398 mujeres) que, junto con la tripulación, ascendía a casi 3.000 pasajeros. El barco llevaba sobrecarga. Su capacidad era para unos 100 pasajeros. Muchos subieron a última hora cuando el buque ya estaba lleno y, por tanto, se vieron obligados a quedarse en cubierta durante toda la noche, algunos agachados o de pie, puesto que las bodegas y los compartimentos estaban abarrotados. Incluso renunció a valiosas cajas de azafrán para acoger más gente. Aun así, Dickson dejó en tierra a una multitud. El pasaje estaba compuesto por gente de todas las categorías sociales y profesionales, en su mayoría procedente de las ciudades, y algunos que tenían titulación universitaria o habían ejercido un cargo político, prefirieron declarar un oficio con la esperanza de poder encontrar un trabajo en su destino. Algunos incluso pretendían pasar desapercibidos por cuestiones políticas.
Tras una dura travesía de dos días, el Stanbrook llegó a Orán y tuvo que esperar 26 días para desembarcar puesto que las autoridades locales esperaban órdenes desde Francia, que dudaban entre dar el asilo o devolverlos a España. Apenas había agua y la comida estaba racionada a un pedazo de pan por persona y una lata de arenques, sardinas o paté para cada cuatro al día. Había enfermos y no tenían medicinas y los parásitos iban en aumento. Para ir a los dos únicos retretes del barco había que guardar colas de más de un día. Las condiciones del barco eran insalubres y existía temor entre las autoridades a que se declarase una epidemia y el 27 de abril se autorizó una desinfección del barco y sus pasajeros. A partir de la segunda semana empezaron a autorizarse algunos desembarcos y más de un mes después pudieron desembarcar todos.
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