Turismo genealógico
Conocer lugares gracias a los antepasados
Cuando la genealogía se convierte en la excusa para viajar
Actualmente, existen muchas opciones para disfrutar de un tiempo de vacaciones. Ciudad, playa, montaña, viajes largos, otros más cercanos, opciones culturales y también deportivas son los ganchos para preparar las maletas y disfrutar de unos días. Pero existe una opción que une estos atractivos con una cuestión que, para algunos, es también sentimental: la genealogía.
Todo comienza cuando una persona pretende investigar de dónde procede, es decir, sus antepasados. Los primeros pasos consisten en recopilar la información oral y familiar. En este sentido, según sea la memoria familiar, se pueden avanzar dos o más generaciones, por lo menos en cuanto a nombres. Otra cuestión son las fechas, más difíciles de recordar para los mayores de la familia, convertidos en la fuente de información.
Lavadero Font de Dalt, Orba.
A continuación, con la información obtenida, empieza la verdadera investigación. Los archivos parroquiales, fundamentalmente, los censos de población y otras fuentes documentales, como bibliografía especializada o libros sobre historia local, se convierten en el mejor amigo del investigador. Poco a poco se va avanzando hacia atrás en el tiempo siguiendo las diferentes ramas y es ahí donde surgen las sorpresas.
La primera sorpresa tiene que ver con la movilidad. Difícilmente una persona puede decir que todos sus antepasados han vivido en la misma ciudad desde siempre, entendido este término desde que hay registros parroquiales a finales del siglo XVI. Las familias se trasladaban, se movían en busca de lo mismo de hoy: una vida mejor.
La segunda sorpresa, relacionada con la primera, es la procedencia de esos movimientos. Por ejemplo. Con la expulsión de los moriscos en 1609 se precede a repoblar las zonas afectadas por despoblación de Alicante con gente venida desde Mallorca. En el caso pied noir, una persona nacida en Marsella en 1980, por ejemplo, puede tener un apellido valenciano pues su antepasado salió de un pequeño pueblo de La Marina o del Alcoià para ir a Argelia a mitad del siglo XIX. Son sólo dos muestras de los movimientos de población en tiempos pasados.
La tercera sorpresa tiene lugar ya en el destino. Así, siguiendo estos movimientos, el turismo genealógico se presenta como una opción muy interesante que permite conocer los lugares por los que pasaron los antepasados. También permite acercarse al modo de vida de entonces, salvando las distancias por el paso del tiempo. Así, en zonas agrarias aún se pueden observar estructuras que hablan de otros tiempos, cultivos que se conservan o simplemente el trazado de unas calles por las que aquellos antepasados hacían su vida. En este sentido, las parroquias y plazas se presentan como lugares emblemáticos, puesto que en ellos es donde se realizaba la vida diaria, ocupando un lugar destacado los lavaderos públicos, para algunos las primeras redes sociales de la historia.
Viajar gracias a la genealogía es una experiencia diferente, en donde se unen la investigación, la historia y la familia.
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